n´UNDO afin | atocha la puerta obstruida

Madrid | MAR13 | Atocha la puerta obstruida | Vicente Patón y Alberto Tellería

Nuestros agradecimientos a Vicente Patón y Alberto Tellería por este lúcido artículo sobre la transformación y problemática de Atocha, y por atendernos siempre y apoyarnos en nuestras iniciativas.

Atocha, la puerta obstruida.

Un NUDO que n’UNDO propone desatar.

Antecedentes

La plaza de Atocha, históricamente era un gran ensanchamiento en el que confluían la calle de Atocha y el Prado. En el lateral sur de este campo abierto, delimitado por la Real Cerca que mandó levantar Felipe IV en 1617 para hacer el control fiscal y de epidemias de la ciudad, se levantaba la puerta barroca de Atocha, y desde allí partía el paseo que se dirigía hacia la basílica de la Virgen de Atocha, muy popular entre los madrileños como santuario y lugar de romerías.

Siempre fue un lugar extenso y vacío, cualidad que en parte ha conservado aunque el tiempo lo fuera llenando de obstáculos, y el automóvil pervirtiese totalmente su sentido de lonja urbana para transformarlo en un nudo de tráfico, cuyo momento más terrible fue la instalación sobre él del “scalextric”, que lo convirtió durante los años sesenta y setenta en una pesadilla de ruido y contaminación.

La recuperación que hizo la alcaldía socialista en los años ochenta, enterrando los pasos de vehículos, supuso en su momento un notable alivio, pero eso no impidió que la plaza siguiera siendo un lugar desarticulado y condicionado a los brutales flujos de vehículos que reparten el tránsito en sentido norte-sur y hacia la salidas a Vallecas y Valencia en sentido Este, con el añadido de la calle de Alfonso XII, que en los años sesenta pasó de ser un tranquilo paseo que bordeaba el Retiro a convertirse en otra vía de tráfico intenso.

La invasión del automóvil

Por tanto, en los problemas que vemos afectando a la plaza en la actualidad, y que en la filosofía de n’Undo de mejorar suprimiendo lo innecesario o lo directamente dañino, el tráfico ocuparía el primer lugar. Basta contemplar una imagen aérea para darse cuenta del exceso y la congestión que suponen los vehículos, de cómo se ha desfigurado toda la forma urbana en función de ellos, y de cómo el espacio del peatón se reduce a unos escasos márgenes en los bordes de esa especie de monstruoso pulpo de asfalto

El problema que tanta polémica ha suscitado, de la reforma del paseo del Prado, está directamente relacionado con el nudo de Atocha, y como ya se ha visto, cualquier mejora que se quiera hacer en el histórico paseo, pasaría por suprimir parte de los carriles actuales y restringir el tráfico de paso por la ciudad en dirección Norte-Sur. Lo demás son alambicadas y agresivas elucubraciones que no van a mejorar la situación, y sólo conseguirán “desvestir un santo para vestir a otro”, en este caso cargándole el sambenito a la calle Alfonso XII y de rebote al propio parque del Retiro.

Administraciones avarientas

Otros problemas de excesos dañinos en la plaza de Atocha, con ser de entidad menor que el del tráfico, no son por ello pequeños; y es que clama al cielo que los dos grandes e importantes edificios públicos que la flanquean, como son el Ministerio de Fomento, de Ricardo Velázquez Bosco y el Museo Reina Sofía -antiguo Hospital General- de Francisco Sabatini, tengan ambos una planta añadida que los chapucea y desfigura, a la que las avarientas administraciones que los disfrutan no quieren de ninguna forma renunciar, con ese espíritu especulador que tan instalado está en las azoteas del poder. Mirar el ministerio de Fomento privado de su techumbre original, ahora sustituida por un miserable ático con ventanitas, o el Museo Reina Sofía con el ritmo de huecos en proporción menguante, ahora alterado por la acumulación de una planta que desfigura totalmente su proporción respecto a la plaza y su sentido austero pero armónico, es contemplar la falta de cultura, amplitud de miras y sentido de quienes nos gobiernan desde hace muchos años, a pesar de que en ellos haya habido incluso varios cambios de signo político.

Los cómplices del caos.

Temas de otro rango pero también importantes son los “ediculitos” que surgen como setas en el lado oriental de la plaza y que desconfiguran aún más el lugar sin aportar nada positivo. Nos referimos tanto al desdichado monumento a las víctimas del 11M -que es más bien un monumento al oportunismo y la falta de criterio de los jurados de nuestro tiempo, que eligieron una imposible forma abstracta de vidrio monolítico que consecuentemente acabó siendo otra cosa muy distinta: un carísimo cilindro de piececitas de “Schott”, que no son de pavés industrial, pero lo aparentan- como al rosario de marquesinas y pabelloncitos de la gasolinera instalada en mitad de los paseos de la Infanta Isabel y de la Ciudad de Barcelona -que acaba de rematar el caos actual como consecuencia de su posición estratégica para vender combustible a los miles de vehículos que circulan por ese punto-.

Las farolas-torre, similares a las de cualquier nudo de autopistas, los carteles que cruzan las calzadas como lo hacen en todas las grandes carreteras, y otros elementos similares son también consecuencia del papel de monstruoso distribuidor de tráfico enquistado en el centro urbano que es hoy la plaza de Atocha.

El otro gran elemento, la estación, tiene bastante más sentido. La marquesina histórica se asume en el siglo XIX como nueva puerta de la ciudad, y su situación hundida no es ni siquiera demasiado agresiva con el espacio de la plaza, a pesar de su grandiosidad interior. Las ampliaciones de Rafael Moneo pueden ser más o menos cuestionadas, pero no están mal encajadas respecto al lugar y la vieja estación, y era con diferencia el mejor proyecto que se presentó en su día al concurso, y hasta el cilindro y la torre del reloj -con su lenguaje inevitablemente ochentero, ya demodé pero todavía digno- son un ejemplo de proporción y adecuación con el lugar, pues se significan sólo lo necesario, con cierta contención y atención a las preexistencias.

Es una opinión que damos a título particular, y por colaborar con vuestra interesante iniciativa.

Vicente Patón y Alberto Tellería.

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